El SITT y los más de 500 mdp tirados a la basura
A partir del 13 de agosto, el Sistema Integral de Transporte de Tijuana (SITT) ha dejado de funcionar como lo había hecho desde el 22 de noviembre de 2016. Ésta obra fue concebida, organizada, planeada y ejecutada como un similar del sistema que se aplica en la ciudad de Curitiba, Brasil, o como el Metrubús de la Ciudad de México.
Sin embargo, el enquistamiento que mantienen las agrupaciones del transporte en el Ayuntamiento y su evidente rechazo a este proyecto, nunca le dieron espacio para ganarse la simpatía de los usuarios tijuanenses. Incluso dentro de las protestas de los “calafieros” y taxistas, se tomaron las estaciones y se impidió su circulación.
El apoyo para el SITT dejó de fluir cuando Jorge Astiazarán dejó la presidencia municipal. Es bien sabido de la afinidad de Juan Manuel Gastélum, actual Alcalde, con las organizaciones y agrupaciones de transportistas.
Incluso las protestas derivaron en que se modificaran algunas rutas donde correría el transporte y que extrañamente más benefician a sus detractores, como el bulevar Díaz Ordaz y el área de Otay.
A raíz de este último parón, el gobierno de Tijuana señaló a través de un comunicado de prensa que ellos han cumplido con la empresa concesionaria del SITT y se extrañaron ante esta intempestiva cancelación en su servicio.
El secretario de Gobierno Municipal, Leopoldo Guerrero Díaz, aseguró que la actual administración ha cumplido con su parte para impulsar la Ruta Troncal, y recordó que inclusive han tratado de añadir más alimentadoras para mejorar el número de usuarios.
Independientemente del tema político, que en nuestra sociedad es determinante en la toma de decisiones, en la administración pública, el sistema le pudo haber abonado a la imagen cosmopólita que Tijuana se merece, emulando las grandes ciudades con transportes públicos eficientes, seguros y a costos justos, no solo por el uso de las unidades nuevas, no contaminantes y con operadores calificados, si no por el apoyo de la ciudadanía que requiere trasladarse a los distintos puntos de la ciudad para realizar sus actividades habituales.
Un transporte al que la gente sí se sube con gusto, limpio y monitoreado con cámaras de vigilancia para su seguridad.